Además de poner luz a las creencias y los motivos por los que piensas y vives de una forma determinada, es fundamental que pongas también atención a la dinámica de tus pensamientos. Con ello me quiero referir a la velocidad y al tono en el que piensas como a la dirección hacia la que piensas. Queda para otra ocasión hablar del contenido.
Cuando piensas estableces una relación contigo mismo, de la misma manera que tienes una relación con tu cuerpo o con tus emociones. Es evidente que para darte cuenta de ella debes escucharte.
Si lo haces y te centras en el plano mental, puedes descubrir que a lo largo del día te vas diciendo cosas: te das órdenes, te recuerdas cosas, te das explicaciones sobre lo que te pasa (internamente y externamente), te exiges, te reprimes, te animas, te evocas cosas importantes del pasado, proyectas anhelos en el futuro, etc.
Teniendo esto presente, puedes hacer un triple trabajo.
1) Sobre el tempo y la velocidad en la que piensas.
¿Te resulta agradable el ritmo de tu pensar? ¿Puedes modular el ritmo de tus pensamientos según tus necesidades?
Generalmente, piensas demasiado y demasiado rápido. Podría parecer bueno pensar demasiado y, si fueran de calidad esos pensamientos, probablemente sería verdad, no obstante, piensas demasiado de la misma manera y sobre lo mismo. La mayoría de los que piensas es un dar vueltas sobre lo mismo y de la misma manera. En bucle. Esta forma de pensar te desconecta de tu entorno y de ti mismo, te produce aburrimiento y cansancio y te desconecta y desenergetiza de otra forma de pensar más creativa.
Cuando pensamos de una forma rápida, desasosegada, angustiosa o ansiosa es porque tenemos miedo y, en vez de sostener ese miedo, queremos ponerle solución con nuestro pensamiento.
Por ello, frente al ritmo y velocidad del pensamiento tienes a mano dos caminos igual de importantes. Primeramente, la disciplina. No hay otra. Tienes una herramienta que no sabes dominar porque no le has prestado mucha atención o quizás porque no te han enseñado que es necesario saber cabalgar. Pero es así, es fundamental que seas capaz de sosegarte. Hay muchas técnicas para hacerlo, no obstante, la que me parece más eficaz, más cercana y que no necesita de mucho aprendizaje es la de estar cercano a tu cuerpo y a tu respiración. Cuando estás en la cabeza, a un ritmo frenético, lo único con lo que puedes frenarte y aterrizarte es con el cuerpo. Para ello es importante que te comprometas contigo mismo a través de lo emocional (recuerda que es lo que te da la motivación). Estar en la cabeza de forma frenética, a poco que escuches, es triste y doloroso.
Además de la disciplina de estar en ti, como decía, es importante que puedas sostener y respirar tus miedos, sin querer solucionarlos (hay muchos que, a priori, no tienen solución). Estar con tus miedos, incertidumbres o dolores es la única forma para sanarlos, pues, estando, los escuchas y los reconoces. Cuida tus miedos, no los avives, habítalos.
2) Sobre el tono o cómo te tratas.
¿Te has escuchado hablarte a ti mismo? ¿Has puesto el oído en cómo te tratas?
Haz el ejercicio imaginativo de duplicarte e imagina que tienes a otra persona delante tuyo y que ésta te trata y te habla como tú te tratas a ti mismo. ¿Cómo te habla? ¿Es agradable? ¿Se lo permitirás a otra persona?
Atender a esta dimensión de tu pensar es atender, en realidad, al núcleo y tipo de relación que mantienes contigo mismo.
En este sentido, te invito a descubrir esta relación y hacerla crecer, es decir, a reconfigurarla, a preguntarte cómo te quieres tratar y, en definitiva, a aprender de ti mismo cómo te quieres querer.
3) Sobre la dirección de tus pensamientos.
¿Puedes dirigir tus pensamientos o son éstos quienes te llevan?
¿Te dejas llevar por tus pensamientos como si estuvieras viendo una película (¡Sólo que ésta la sientes en propia carne!) o puedes dirigirlos y centrarte?
Nuestra forma de pensar, en cierta medida, funciona como una película y toda película debe ser más o menos coherente. Por ello, tu estilo de pensar, sea agradable o no, debe tener una coherencia y ésta se construye a cada pensamiento que tienes.
Los pensamientos también pueden ser entendidos como una bola de nieve, a medida que se desliza se va haciendo mayor.
Si no te ocupas de tu forma de pensar, tus pensamientos se convierten en una bola de nieve que va cayendo y desarrollándose por su propio peso y a través de una coherencia. Si lo que piensas es negativo seguirás haciéndolo y cada vez será más oscuro aquello que piensas. Si lo que piensas es algo relacionado con el miedo, igual. Y, así, con cualquier pensamiento.
Parar a tiempo lo que pensamos demanda también disciplina. La mayoría de veces tus pensamientos tienen por finalidad permitirte entrever el futuro, controlarlo, prepararte para él. A priori esta función es para protegerte, así que podría ser funcional si no fuera porque piensas sobre creencias del mundo que ya están preconcebidas y, haciéndolo, no sólo te dejas llevar por lo que piensas sino que te predispones a vivir lo que proyectas.