La expresión japonesa mu shin se suele traducir como “no mente”. Propiamente dicha, hace referencia al estado óptimo de conciencia de todo meditador.
La práctica de la atención consciente conlleva un meticuloso ejercicio donde se observa sin manipular aquello que acontece. Lo visto solo visto, lo oído solo escuchado. En este curso dinámico del darse cuenta, todo se presenta y desarrolla tal y como es, fluyendo los fenómenos al estar libres de interpretaciones. Muchas corrientes se refieren a este estado de presencia como un proceso de contemplación serena.
Si un observador trata de observar sus pensamientos a través de los propios pensamientos, lo único que consigue es enredarse aún más en la selva espesa de la mente. Sucede cuando agitamos, por ejemplo, las aguas de un estanque, tratando de ver lo que hay en el fondo o cuánto se reflejan las figuras en la superficie. De igual manera, al plantear la experiencia desde la pretensión de que suceda de otra manera, distorsionamos la mirada atenta.
Así pues, el comportamiento interno de un observador testigo se basa en permanecer estable, bien enraizado en la postura, respirando conscientemente y permaneciendo abierto, receptivo y ecuánime ante los fenómenos o los acontecimientos. Esto no es imparcialidad o indiferencia, es un estado optimo a través del cual la conciencia toma nota de aquello que en verdad aporta valor a la experiencia y conoce qué es aquello que no merece la pena seguir atendiendo, de ahí, que se liberen y suelten limitantes y creencias ocultas hasta entonces.
Si nos referimos a la conciencia, citada como la experiencia de la no mente (mu shin) en algunos maestros orientales, observaremos que es descrita como luminosa, abierta y expandida. En el budismo zen se distinguen seis modalidades de esta experiencia:
- pensar en exceso y de manera atropellada
- permanecer en el deseo tranquilo de pensar
- pensar, pero no pensar
- no pensar, pero hacerlo al mismo tiempo
- querer parar el pensamiento
- huir del movimiento natural de la mente pensante
Las dos primeras llevan al meditador a un estado de excesiva agitación mental (sanran) y las dos últimas a la somnolencia (kontin). El Buda nos instó a desarrollar la atención consciente durante la meditación (es uno de los brazos del óctuple sendero), sabiendo que una vez accedemos a la concentración estable (samatha), todo es visto tal y como es (vipassana). En la escuela soto zen, esto se conoce como la conciencia hishiryô.
En cualquier caso, ya dijo hace siglos el tercer patriarca del Chan, el maestro zen Kanchi Sôsan, en su maravillosa obra Poema o canto de la fe en el espíritu (Shin Jin Mei) que:
“Con respecto al estado de no mente,
es muy difícil hacer consideraciones.”
Es decir, expresar con palabras el lenguaje de lo intangible, no es tarea fácil porque los símbolos que usamos para referirnos a la realidad, sabemos que no son la realidad en sí misma.
Denkô Mesa
Marzo 2021
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