El inicio de mindfulness interpersonal.
Observa la próxima vez que te presenten a alguien desconocido, o que estés en un curso o una reunión y entre por la puerta alguien que no hayas visto nunca antes.
¿Qué ocurre?
Vas a tardar entre 30 y 60 segundos (puede haber pequeñas variaciones sobre esta horquilla de tiempo) en que tu mente inconsciente decida si esa persona te cae bien o mal, o simplemente te resulta indiferente.
lo que me gusta, lo que no me gusta y lo que me resulta indiferente
Sé consciente de cómo la mente discursiva, el modo “hacer” ha tomado el control de tu vida. El elemento clave de esta mente es etiquetar, juzgar y clasificar. Los objetos y circunstancias del mundo las clasificamos en tres grupos: lo que me gusta, lo que no me gusta y lo que me resulta indiferente. Cuando esto lo aplicamos a personas la misma clasificación se convierte en personas “que me caen bien” (y que potencialmente se podrían convertir en mis amigos), individuos “que no me caen bien” (y que podrían acabar incluidas en el grupo de los enemigos) y sujetos “que me resultan indiferentes” (y con los que no tengo interés en tratar).
Suponiendo que hayas podido darte cuenta de este proceso tan rápido de convertir a una persona desconocida en alguien que te gusta, te disgusta o te resulta indiferente, es casi seguro que no te has percatado de cómo ha ocurrido. Es un proceso de los que se denominan arriba-abajo (top-down): recuerdos inconscientes y experiencias previas relacionadas con esa persona se activan cuando la vemos o escuchamos y, a partir de ahí, la mente genera una sensación agradable, desagradable o neutra que contamina la imagen que tenemos de esa persona, y empezamos a relacionarnos con ella de esta forma sesgada.
La mente toma esta decisión de forma involuntaria e inconsciente
La forma en que la mente decide si esa persona te gusta o no, es involuntaria e inconsciente, pero podrías darte cuenta del proceso si reflexionas sobre él. Alguna característica de su aspecto físico, o de su forma de hablar o actuar, te va a recordar alguna otra persona, o suceso de tu vida. A continuación te describo algunos ejemplos que los asistentes a nuestros cursos nos han comentado cuando hemos hecho esta práctica:
«La forma de hablar de esta persona me recuerda a una tía mía que era muy mandona y siempre me estaba echando la bronca. Mi tía me caía fatal y me doy cuenta de que por eso no me gusta esta persona, aunque no tenga nada que ver con ella.»
«La vestimenta que lleva esta mujer es similar a la que llevaba la dueña de un piso de estudiantes en el que viví en la época de la universidad. Era una mujer muy odiosa, y por eso me resulta repelente esta persona, aunque no es culpa suya.»
«El gesto de la cara de esta persona es igual que el de mi padre al que adoraba. Noto que por eso me gusta tanto esta persona.»
Como puede verse son todos procesos de asociación con historias de nuestra vida. Así funcionamos todos. El problema es aceptar sin más esa primera impresión, agradable o desagradable, que nos generan las personas cuando las conocemos, y actuar en consecuencia.
¿Cuál es la consecuencia del estereotipado?
Lo que llamamos en psicología cognitiva el sesgo confirmatorio. Consiste en que no podemos cambiar fácilmente la etiqueta. Tenemos que darnos cuenta de que los seres humanos no pensamos, sino que buscamos razones para seguir pensando lo que ya pensábamos. Es decir, si la persona nos cae mal a primera vista, en cuanto empiece a hablar o a actuar, haga lo que haga, nuestro pensamiento será coherente con esa impresión. Así que nos diremos: “si ya se le veía que esta persona no era de fiar”.
Por el contrario, si nos ha gustado en la primera impresión, independientemente de lo que haga, nos diremos: “Qué agradable es esta persona”. Para que nos hagamos idea de la dificultad de cambiar de opinión, hay estudios que confirman que una vez que hemos hecho un estereotipado negativo, la persona tiene que realizar cinco acciones que consideremos “positivas” o “adecuadas” para cambiar la opinión sobre esta.