La psicología budista no es un camino de negación ni de afirmación. Nos muestra la paradoja del universo, dentro y más allá de los opuestos. Nos enseña a estar en el mundo pero no ser del mundo. Esta comprensión se llama el camino del medio. Mi maestro Ajahn Chah hablaba del camino del medio todos los días. En el monasterio contemplamos el camino del medio. Al anochecer, se podía encontrar a un centenar de monjes sentados en el pabellón de meditación al aire libre, rodeados por los altísimos árboles y el denso bosque verde, recitando estos primigenios versos:
«Hay un camino intermedio entre los extremos de la indulgencia y la abnegación, libre de pena y sufrimiento. Este es el camino hacia la paz y la liberación en esta misma vida».
Si buscamos la felicidad únicamente a través de la indulgencia, no somos libres. Si luchamos contra nosotros mismos y rechazamos el mundo, no somos libres. Es el camino del medio el que trae la libertad. Esta es una verdad universal que descubren todos los que despiertan. «Es como si al viajar a través de un gran bosque, uno se encontrara con un antiguo sendero, un antiguo camino recorrido por gente de antaño. . . .
También yo, monjes, he visto un antiguo camino, una antigua vía recorrida por los correctamente iluminados de antaño», dijo el Buda.
La vía media describe el término medio entre el apego y la aversión, entre el ser y el no ser, entre la forma y la vacuidad, entre el libre albedrío y el determinismo. Cuanto más nos adentramos en la vía media, más profundamente llegamos a descansar entre el juego de los opuestos. A veces, Ajahn Chah lo describió como un koan, donde «no hay ni avance, ni retroceso, ni permanencia». Para descubrir el camino del medio, continuó: «Intenta estar atento y deja que las cosas sigan su curso natural. Entonces tu mente se aquietará en cualquier entorno, como un claro estanque del bosque. Toda clase de animales maravillosos y raros vendrán a beber al estanque, y verás claramente la naturaleza de todas las cosas. Verás muchas cosas extrañas y maravillosas ir y venir, pero tú estarás quieto. Esta es la felicidad del Buda«.
Aprender a descansar en el camino del medio requiere confiar en la vida misma. Es como aprender a nadar. Recuerdo la primera vez que tomé clases de natación cuando tenía siete años. Era un niño flaco y tembloroso que se agitaba tratando de mantenerse a flote en una piscina fría. Pero una mañana llegó un momento mágico en el que, tumbado de espaldas, el profesor me sujetó y luego me soltó. Me di cuenta de que el agua me sostendría, de que podía flotar. Empecé a confiar. Al confiar en el camino intermedio, hay una facilidad y una gracia, un conocimiento celular de que nosotros también podemos flotar en el océano siempre cambiante de la vida que siempre nos ha sostenido.
Las enseñanzas budistas nos invitan a descubrir esta facilidad en todas partes: en la meditación, en el mercado, dondequiera que estemos. En el camino del medio, llegamos a descansar en la realidad del presente, donde existen todos los opuestos. T. S. Eliot llama a esto el «punto de quietud del mundo que gira. Ni carne ni sin carne;/ni desde ni hacia; . . . ni detención ni movimiento». El sabio Shantideva llama al camino del medio «completa facilidad no referencial». El Texto de la Sabiduría Perfecta lo describe como
«la realización de la talidad más allá de la consecución del bien o del mal, siempre presente con todas las cosas, como camino y como meta.»
¿Qué significan estas misteriosas palabras? Son intentos de describir la experiencia gozosa de salir del tiempo, de ganar o perder, de la dualidad. Describen la capacidad de vivir en la realidad del presente. Como dijo un maestro: «El camino del medio no va de aquí a allá. Va de allí a aquí». El camino del medio describe la presencia de la eternidad. En la realidad del presente, la vida es clara, vívida, despierta, vacía y, sin embargo, llena de posibilidades.
Cuando descubrimos el camino del medio, no nos apartamos del mundo ni nos perdemos en él. Podemos estar con toda nuestra experiencia en su complejidad, con nuestros propios y exactos pensamientos y sentimientos y dramas. Aprendemos a abrazar la tensión, la paradoja, el cambio. En lugar de buscar la resolución, de esperar el acorde al final de la canción, nos abrimos y nos relajamos en el medio. En el medio descubrimos que el mundo es factible.
Este extracto está tomado del libro La Sabiduría del Corazón