La medicina del estilo de vida estudia cómo los hábitos y acciones cotidianas influyen en la salud a corto y largo plazo. El interés en este campo se ha disparado en las primeras décadas del siglo XXI y todo indica que el sistema de salud que tenemos actualmente se irá transformando lenta, pero irrevocablemente en las décadas siguientes.
Hipótesis:
- Se podrá diagnosticar muy precozmente. La potencia analítica y la capacidad de recoger datos de forma continua y barata posibilitarán diagnósticos preclínicos de muchas enfermedades que hoy son la principal causa de muerte.
- Se irán incrementando el número de biomarcadores (también psicomarcadores) fiables que nos permitan predecir el estado de salud de una persona.
- La medicina no solo perseguirá la ausencia de enfermedad, más bien, tenderá a encontrar el mejor estado de salud posible de una persona, y esto incluye, evidentemente, la salud mental.
- Ante esta realidad, los estudios en prevención y promoción de la salud crecerán notablemente. Principalmente los referentes al estilo de vida (nutrición, ejercicio físico, sueño/descanso, bienestar,…), pero también veremos tratamientos innovadores que busquen un estado óptimo de la persona.
Pero claro, no todo son buenas noticias. Hay al menos tres grandes obstáculos que nos hemos encontrado:
- El consejo no funciona. El hecho de saber que algo va bien para la salud, no implica aplicarlo. El ser humano es más complejo. En teoría, se puede saber qué es lo mejor para el bienestar psicológico o para el cuerpo, otra cosa es incorporarlo al día a día.
- “La vida sana” se puede convertir en una obsesión y generar trastornos como la ortodoxia.
- Los estudios sobre estilo de vida son mucho más complejos de llevar a cabo que los estudios sobre un fármaco, pues es muy difícil aislar variables de forma ecológica. Por ello puede haber “mucho ruido” en lo referente a lo que es sano o no lo es. Es importante desarrollar pensamiento crítico en este campo.
¿Qué aporta mindfulness?
Cuando comenzamos a medir los programas basados en mindfulness en el entorno corporativo nos dimos cuenta de una cuestión relevante: las personas que incorporaban la práctica de mindfulness en sus rutinas, hacían cambios significativos en algunos elementos del estilo de vida: ejercicio físico, calidad de sueño y alimentación. Sin embargo, no teníamos contenidos explícitos relacionados con el estilo de vida. Al analizar con más detalle mediante análisis de redes, vimos que el mindfulness es un “nodo” central que influye notablemente en el estilo de vida de una persona. Dicho de otra forma: las personas comienzan a practicar mindfulness y parecen más capaces de darse cuenta de lo que es saludable o no, y este “discernimiento” lo aplican a muchos ámbitos: relaciones interpersonales, estilo de vida, profesión, etc.
Quizás estos programas sean clave para generar un contexto donde sea más probable que las personas incorporen un estilo de vida saludable. Esta también fue la hipótesis de Eric B. Loucks, director del Mindfulness Center de Brown University, colega y colaborador, que inició un programa de intervención con personas hipertensas y riesgo de enfermedad coronaria. En Estados Unidos intentan, mediante el consejo médico, tratar la hipertensión, pero no todos los pacientes pueden cambiar sus hábitos. Pensar que la persona va a cambiar su conducta diciendo: “tienes que hacer ejercicio”, o “sabemos científicamente que fumar puede ser perjudicial para la salud”, o “tienes que vigilar las calorías que ingieres” es no conocer la complejidad del ser humano.
Eric B. Loucks hizo un estudio en una muestra de personas aplicando un programa basado en mindfulness encontrando que muchos de ellos cambiaron su actividad física (p = 0,02), dieta (p<0,001) y el consumo de alcohol (p<0,001). Hubo además una disminución media de 6,1 mmHg en la PAS (p = 0,008) al año de seguimiento.
No estamos diciendo que solo mediante programas basados en mindfulness se pueda conseguir esto, pero sí que han de ser tenidos en cuenta, no solo por sus beneficios directos, sino por su aproximación pedagógica:
- Ante todo son un entrenamiento. Los participantes se introducen en un contexto que les fomenta la incorporación paulatina del entrenamiento atencional y afectivo.
- Es más “escalable”, ya que se pueden realizar intervenciones en grupos de 20 a 30 personas en su formato más standard y en grupos muchísimo más numerosos si se aplican procesos de seguimiento automatizado de los participantes.
Kempermann, 2019, decía que la clave es enseñar a que la gente se cuide “porque esto les hace extremadamente resilientes”. Nosotros añadimos: la clave es entrenar, pues solo así se producen los cambios necesarios.
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