«Sé que la vulnerabilidad es el núcleo de la vergüenza y el miedo, pero también es el lugar donde nace la dicha, la creatividad, la pertenencia y el amor…la vulnerabilidad es el lugar de nacimiento de la conexión y la ruta de acceso al sentimiento de dignidad. — Brene Brown»
Un niño jugando se cae y llora, su madre amorosamente se acerca y lo protege. Junto con el dolor aparece también el cuidado.
Nos enfermamos y sentimos malestar físico y emocional, mientras nos sentimos enfermos anhelamos más que cualquier otra cosa recuperar nuestra salud. Incluso pensamos que si volvemos a recuperar nuestra salud no necesitaremos nada más para sentirnos felices. Junto con la enfermedad aparece también el valor del sentirnos bien y recuperar la paz.
Dolor, enfermedad y muerte… tres experiencias que nos permiten tocar nuestra vulnerabilidad
Un ser querido fallece y nos sentimos tristes y vulnerables, reconocemos que la persona que partió deja un espacio vacío en nuestras vidas, y al mismo tiempo sentimos que esta vida es demasiado breve y valiosa como para vivirla con trivialidad.
Dolor, enfermedad y muerte… tres experiencias que nos permiten tocar nuestra vulnerabilidad y sentirla como parte central de nuestra condición humana.
La vulnerabilidad es un territorio que puede parecernos agreste y lúgubre, y sin embargo, está repleto de riquezas esperando ser reveladas: nuestra compasión, nuestra capacidad de empatizar y acompañar a los demás, nuestra capacidad de estar plenamente presentes, depende, en gran medida, de reconocer nuestra condición humana y vulnerable, pues a partir de ese reconocimiento tenemos la posibilidad de ser genuinos y estar con el corazón abierto.
Gracias a la práctica de mindfulness podemos reconocer y no negar nuestros dolores, abriendo un espacio de aceptación para aquello que nos está ocurriendo.
Gracias a la práctica de mindfulness podemos reconocer y no negar nuestros dolores, abriendo un espacio de aceptación para aquello que nos está ocurriendo. Optar por no huir del dolor ni tampoco exagerarlo, dándonos el tiempo, espacio y la calidez que necesitemos sentir, reconociendo nuestra vulnerabilidad.
Entrar en contacto con nuestra vulnerabilidad requiere de coraje. Es más fácil negar o desconocer nuestra sensibilidad, privilegiando la imagen de tener una apariencia sólida y fuerte. Sin embargo, si taponamos la entrada a nuestra vulnerabilidad, también nos privamos de conectar con la fuente de lo que nos vuelve humano, el amor, la compasión y el cuidado que naturalmente brotan de ser seres sintientes.
Contactarnos con nuestra vulnerabilidad implica realizar un ejercicio de honestidad, asumir riesgos y afrontar el temor a ser dañados. Al entrar en contacto con lo que nos hace vulnerables, también entramos en contacto con lo que nos hace sensibles y empáticos, al igual que los demás seres, anhelamos vivir en paz, sentirnos reconocidos y tener una buena vida.
Entrar en contacto con nuestra vulnerabilidad nos permite conectarnos también con nuestra humanidad compartida, al ver nuestras ansiedades, miedos y vergüenzas, vemos también que estos sentimientos los compartimos con todas las demás personas, y por ende, esta vulnerabilidad más que separarnos de los otros nos brinda una oportunidad única de conectar a un nivel profundo con los demás, desde nuestras necesidades primarias.
En lo personal, pocas veces me he sentido más cercano y conectado con alguien, que cuando he logrado expresar mis sentimientos de vulnerabilidad, cuando me he sentido triste y confundido, y en una relación de intimidad y aceptación, alguien me ha escuchado y ha acogido mi vulnerabilidad, un vínculo de amor fraterno se forja. Cuando compartimos nuestra vulnerabilidad, en ese mismo instante conectamos de manera sutil y profunda con la fuente de lo que nos hace humanos.
Reconocernos como vulnerables no es lo mismo que sentirnos débiles
Reconocernos como vulnerables no es lo mismo que sentirnos débiles, y esta confusión puede llevarnos a no aceptar quiénes somos y a querer ocultar nuestra condición vulnerable. La debilidad está asociada más bien a una actitud temerosa, de huida y de no afrontamiento ante la experiencia. En cambio, entrar en contacto con la propia vulnerabilidad requiere de coraje, aceptar que no somos ni súper mujeres ni súper hombres, sino más bien seres humanos, sensibles, complejos y contradictorios, y que en lo profundo anhelamos sentirnos cuidados y queridos.
La vulnerabilidad está asociada a nuestra sensibilidad, a reconocer en nuestra experiencia que somos seres transitorios e impermanentes: que sufrimos, nos enfermarnos, nos decepcionamos, sentimos vergüenza y que también, en última instancia moriremos.
Solo habiendo tocado y abrazado nuestro sufrimiento y nuestro amor propio, podemos abrazar el sufrimiento y el amor a los demás.
Nos hacemos un flaco favor a nosotros mismos si gastamos nuestro valioso tiempo y energía ocultando nuestra vulnerabilidad, aparentando ser más fuertes de lo que somos. Podemos tomar la decisión de tratar compasivamente nuestra vulnerabilidad y al abrazar nuestros dolores entender que los demás están en un camino similar al nuestro, cada uno con sus propias miserias y alegrías, y cada uno buscando hacerse cargo de su ser, cada uno buscando conectar íntimamente. Acogiendo y validando nuestra vulnerabilidad podemos abrirnos de corazón a la humanidad compartida. Solo habiendo tocado y abrazado nuestro sufrimiento y nuestro amor propio, podemos abrazar el sufrimiento y el amor a los demás.
A continuación puedes leer la propuesta de meditación relacionada con este artículo de Claudio Araya en la publicación «El Coraje de Ser Vulnerables – Prácticas»
Araya Véliz, Claudio Antonio. «Humanidad Compartida«. © Editorial Desclée de Brouwer, S.A. 2019
ISBN: 978-84-330-2893-8 Depósito Legal: BI-1886-2016