«Abrázate a ti mismo como una madre sostiene a su amado hijo.» -Buddha-
Nos apresuramos a juzgar a los demás. Y al igual que somos duros con los demás, somos aún más duros con nosotros mismos.
Con la atención plena, nuestra compasión natural crece. Podemos ver que todos llevamos nuestra propia carga. Tú y todas las personas con las que te encuentras comparten, en alguna medida, el dolor presente en el planeta. Estás destinado/a a ser testigo/a de este dolor -en ti mismo y en los demás- con compasión. Pero ¿cómo podemos hacerlo cuando vivimos en una época en la que parece que hemos perdido el contacto con el poder de la misericordia y la compasión, cuando nos hemos cerrado al sufrimiento de nosotros mismos y de los demás?
Tenemos que empezar a sentir nuestras propias lágrimas antes de poder llorar por los demás.
Estas lágrimas son en realidad un gran regalo. Son la misma humedad que hace surgir nueva vida de la tierra seca cada primavera. Para los Lakota Sioux, el dolor se considera un gran regalo porque creen que los dioses están más cerca de nosotros cuando sufrimos. Cuando un sioux lakota ha sufrido una gran pérdida y está de duelo, se le considera wacan, o «santísimo». Se cree que sus oraciones son especialmente poderosas, y los demás suelen pedir a quien sufre que rece en su nombre.
Esto no significa que la compasión sea fácil, sobre todo cuando te han traicionado o has sufrido alguna pérdida irreparable. Como rezan los sufíes: «Supera cualquier amargura que pueda haber por no estar a la altura del dolor que se me ha confiado«.
Es posible que quieras reponerte, pero te das cuenta que de forma automática estás inmerso/a en a los viejos hábitos de ira y resentimiento. Esto puede ser causa de una gran frustración.
Después de luchar durante medio siglo con el Imperio Británico, Mahatma Gandhi dijo que su oponente más formidable no era el Imperio Británico ni el pueblo indio, sino un hombre llamado Mohandas K. Gandhi. «Con él parece que tengo muy poca influencia».
Pero es necesario aprender que eres digno/a de ser amado/a. Buda lo expresó de forma muy sencilla:
«Puedes buscar en todo el universo decadente y no encontrar un solo ser más digno de amor y compasión que el que está sentado aquí: tú mismo». – Buddha –
La autocompasión y el autoperdón no son debilidades, sino las raíces de nuestro valor y magnanimidad. A veces la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás parece difícil de encontrar. Pero incluso si se pierde el contacto con estos sentimientos durante el sufrimiento más intenso, la compasión es una parte esencial de nuestra verdadera naturaleza. De hecho, es en esta autocompasión y amor propio donde encuentras la fuerza para llevar una lámpara a través de tus noches más oscuras. Practicando la autocompasión encuentras no sólo una manera de mantener tus propias luchas y penas en tu corazón, sino que a través de ellas aprendes a conectar con los sufrimientos y penas de todos los que te rodean.
La autocompasión nos ayuda a todos a sobrevivir. Nos ayuda a salir del camino de un coche rápido e inesperado cuando entramos en una calle. Nuestra vida se convierte en el tesoro más preciado. La autocompasión lucha por mantenernos vivos incluso en situaciones de completo abandono e incluso de abuso.
Mientras atraviesas dificultades, puedes aprender a aportar una cualidad de cuidado amoroso a todo lo que tocas. Descubrirás que el amor y el cuidado tienen una capacidad extraordinaria para transformar las penas de tu vida en una gran corriente de compasión.
Extiende tu compasión sólo hasta donde sientas que tu corazón se abre naturalmente
Ser amable contigo mismo no debería ser una lucha. Conoce tus limitaciones. Extiende tu compasión sólo hasta donde sientas que tu corazón se abre naturalmente. Planta tu semilla de confianza y crecerá en su momento.
Cuando te enfrentes a la pérdida, la frustración, el dolor y el conflicto, invítate a sentir tu propia dignidad. Siéntate, mantente erguido/a. Ten respeto por ti mismo/a, y paciencia y compasión. Con esto, puedes manejar cualquier cosa.