“Cuando a veces escuchamos decir a alguien que no sabe o no es capaz de meditar, lo que realmente quiere decir es que no va a dedicarle más de su tiempo, porque cuando lo ha intentado no le ha gustado lo que ocurrió”
La atención plena nos ofrece una vía sencilla pero muy potente para salir de nuestro estancamiento vital y recuperar el contacto con la sabiduría y potencial que tenemos oculto en nosotros y re-despertar nuestra vitalidad personal para las actividades de la vida diaria. Es una forma de tomar las riendas de la dirección y calidad de nuestra propia vida: relaciones familiares, nuestra relación con el trabajo, con el mundo en general y, fundamental y eminentemente, nuestra relación con nosotros mismos como personas.
La atención plena también nos ayuda a detectar y valorar los sentimientos que experimentamos, tales como la alegría, la tranquilidad y la felicidad, que son sentimientos por los que solemos pasar de forma fugaz y sin reconocerlos en el día a día. Es un trabajo liberador para uno mismo en el sentido de que nos conduce a descubrir y familiarizarnos con nuevas maneras de estar en nuestra propia piel y en el mundo concreto en que vivimos, que pueden liberarnos de las pautas del automatismo en las que caemos con tanta frecuencia.
Hay algunos puntos de vista que están muy erróneamente extendidos, por ejemplo, que el Mindfulness es una forma de desconectar de las presiones del mundo o incluso de desconectar de nuestra propia mente y dejarla en blanco o descansar, pero esto no es así realmente. La meditación y el mindfulness no excluyen ninguna realidad, sino que más bien la aceptan e integran; ni tampoco desconectan nada, sino que establecen relaciones más sólidas entre los diferentes ámbitos de la vida, al desarrollar en nosotros una mirada consciente de cada uno de los elementos que la componen. En lo que sí consiste es en ver las cosas con claridad y en situarnos voluntariamente de una forma distinta en relación a ellas.
Otro aspecto que mucha gente suele confundir es en identificar el Mindfulness con la relajación o algún otro estado especial que se debiera sentir o al que se supone que deberíamos llegar. Teniendo esto como horizonte, cuando una persona intenta una o dos veces realizar cualquier práctica atencional y ve que no llega a ningún lugar nuevo o no siente nada especial, piensa que es de esas personas que son incapaces de relajarse y vivir con atención y conciencia. Sin embargo, lo cierto es que el Mindfulness no tiene nada que ver con sentirnos de un modo determinado. Tiene más bien que ver con que podamos permitirnos sentirnos tal y como nos sentimos cada día, momento a momento, sin rechazar nada y sin forzar voluntariamente ninguna experiencia o sensación. No se trata de vaciar ni calmar la mente. El mayor o menor estado de calma ciertamente se vuelve más profundo con la práctica del Mindfulness y puede ser cultivado de forma sistemática mediante prácticas y ejercicios regulares. Pero, ante todo, Mindfulness tiene que ver con aprender a permitir que nuestra mente esté como está y con tener un cierto conocimiento acerca de cómo está en este momento. No se trata de llegar a ningún otro lugar, sino de permitirnos a nosotros mismos estar donde ya estamos.
“El espíritu de la atención plena consiste en practicar por el mero hecho de practicar; en recibir cada momento tal como viene, ya sea agradable o desagradable”
Lo que sí se puede observar fácilmente gracias a la práctica de Mindfulness es el hábito que tiene nuestra mente de huir del momento presente. Si simplemente intentamos centrar y mantener la atención en algún objeto durante un breve período de tiempo, descubriremos que quizá tengamos que recordarnos una y otra vez que queremos practicar y hacerlo así, para mejorar nuestra capacidad para estar despiertos y conscientes. Lo haremos recordándonos a nosotros mismos: «Mira, siente, permanece presente».
Para mantener vigilante y consciente a nuestra atención resulta muy útil tener un soporte sobre el que centrarla, alguna realidad como un ancla que nos mantenga conectados a la realidad del momento presente que vivimos y que nos ayude a regresar cuando la mente comience a querer vagabundear. La respiración es un excelente soporte para ello. Puede convertirse en una muy buena aliada, ya que es portátil, siempre la tenemos aquí, justo delante de nuestras narices. Incluso decimos a menudo la expresión: «No he tenido siquiera un momento para respirar», que nos da una pista de que los momentos y la respiración pueden estar conectados de una manera interesante.
Practicar la atención plena significa comprometernos plenamente a estar presentes a cada momento. No se trata de una actuación. El único momento que existe es éste. No intentamos mejorar ni llegar a otro lugar. El espíritu de la atención plena consiste en practicar por el mero hecho de practicar; en recibir cada momento tal como viene —ya sea agradable o desagradable, bueno o malo, bonito o feo— y trabajar con eso porque es lo que está presente ahora. Con esta actitud, la vida misma se convierte en práctica, se convierte en nuestra maestra de Mindfulness y en nuestra guía.
Es cierto, la práctica de la Atención Plena requiere energía y el compromiso de perseverar. Perseverar en actitud de meditación, aunque sea incluso durante cinco minutos, requiere intencionalidad. Convertirla en una parte de nuestra vida requiere una cierta disciplina. Así pues, cuando a veces escuchamos decir a alguien que no sabe o no es capaz de meditar, lo que realmente quiere decir es que no va a dedicarle más de su tiempo, porque cuando lo ha intentado no le ha gustado lo que ocurrió, no sucedió lo que estaba buscando o esperando, por tanto, no satisfizo sus expectativas. Así pues, la recomendación sería que quizá debería volver a intentarlo, en esta ocasión dejando a un lado las expectativas y limitándose a observar amorosamente y con curiosidad…como lo haría un niño.